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Reseña literaria:
Inicialmente no se sentía mayor, sino cómplice, luego nacieron divergencias diarias. Marta no soportaba las lágrimas de su abuela y Olga no aguantaba las rudezas de su nieta. Entre ambas saltaban vivaces chispas de intolerancia, hasta que Marta dijo «Me voy a América».
Tendida en el huerto dijo: Quiero una rosa que sea solo mía, quiero cuidarla y verla crecer y, quiero una zorrita, deseo casi imposible, así, que un perro.
Hace meses que Buck, que, como ella, vaga por la soledad de la casa. Piensa «¿nos recordará?» Olga sí la recuerda con el último jersey multicolor que le hizo. No pactaron escribirse, pero Olga estaba muy débil, su lado izquierdo no le obedecía, y sólo le daban unos meses de vida. Olga escribía unas cartas para cuando no pueda recibir a Marta a su regreso. Le cuenta de su desazón y de cómo uno se puede morir también del vacío de la nada. 20 de noviembre, le habla de su madre, su joven hija muerta, su familia, de cómo vistió de luto tras la muerte de su hermano de tres años, de cómo sobre su cuna colgaba un gran retrato de él para recordar sus padres no haber nacido hembra, del declive de su matrimonio y del auge de su amor secreto.
Recomiendo este soliloquio lleno de decires, pesares y sentires. |
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