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Reseña literaria:
Excelente ensayo en el que Irene Vallejo hace un esfuerzo titánico por intentar superar su fatalismo, y el dolor que puede producirle a cualquier lector la pérdida de obras maravillosas (ese Segundo tratado de retórica, de Aristóteles, que arde para desesperación de Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa, toda la literatura femenina perdida o, aún peor, abortada, etc.). Yo lo entiendo porque sufro ese dolor por lo que no escribieron Lorca o Miguel Hernández, por ejemplo.
Ahonda Vallejo en la imposibilidad de esa supervivencia del libro hecha posible. Acabas la lectura y amas los libros aún más (su formato y contenido). Te inunda al terminarlo como una luz de esperanza en este mundo ¿cada vez menos lector? leyendo situaciones parecidas que hubo en tiempos pretéritos y a las que los libros siempre sobrevivieron.
Vallejo concluye además que los libros nos han permitido descubrir e implementar en nuestras sociedades conceptos como democracia, el cuidado del débil y el amor al prójimo entre otro montón de legados positivos del papel.
El éxito de Vallejo consiste en haber convertido su ensayo en una conversación, en haber logrado una voz auténtica para transmitir o compartir su amor por los libros desde su propia perspectiva personal (y mucha investigación) que afortunadamente no oculta en absoluto.
Un libro maravilloso, el mejor que leído en muchos años.
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