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Reseña literaria:
Leo estas nanas de Francisca Aguirre, ya fallecida, y tengo la sensación de que me está hablando, más que leerla la escucho susurrándome al oído que no hay ningún mal que no halle su consuelo, que se puede acunar al resentimiento, y al odio, y al miedo, como si fueran desperdicios que no somos capaces de tirar y guardamos en algún cajón del alma.
Sus versos, sin rima ni medida, transmiten calma, tienen un ritmo leve, pausado, que adormece nuestras iras y nuestras frustraciones. Usa divinamente del recurso de la intertextualidad para homenajear a Machado y Miguel Hernández y nos traslada a una infancia dura, la suya, de posguerra y hambre (otro desperdicio el hambre) para mostrarnos que esa infancia, a pesar de todo, fue un territorio aprovechado por la inocencia, que filtró una cierta felicidad como una capilaridad húmeda por los muros de las carencias ciertas.
Aguirre hace poéticos los desperdicios, los cordones, las mondas de patata, el pingo recosido de retales, incluso, la ausencia del padre brutalmente arrancado por el franquismo.
Las nanas, la poesía, acunan lo más terrible que despierta en nosotros. Aguirre lo sabe y nos ofrece esperanza en sus versos.
Poemario ineludible, pero más que imprescindible o necesario, simplemente delicioso.
Como una nana.
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