Don Jorge Arial era un escritor de comedido éxito que, poco a poco fue conociendo el arte de la pintura. Esta lo llevó por todos sus caminos hasta que esos derroteros y los pensamientos de «materialismo intelectual», lo llevaron a razonar si realmente había Dios. Y, evidentemente tenía que haberlo.
Entretanto una dolencia en la vista hace que paulatinamente la fuera perdiendo, conduciéndolo a encontrar en la música una gran paz, pues no precisaba de su visión, encontrando así una nueva vía para su vida lejos de la escritura y la pintura.
Comienza a tocar en soledad y oscuridad el piano de su hijo sabiendo que nunca llegaría a ser un gran pianista, pero dando rienda suelta a su expresión interna con algunas melodías sencillas.
Finalmente perdió la vista totalmente, pero este trance, que debería haber sido muy traumático para don Jorge, le hace «ver por dentro» todo aquello que es esencial, sin quedarse en lo puramente superficial, como estimó que había hecho hasta ese momento, dándole esta significativa desgracia esa felicidad que él creía tener, pero que no había disfrutado en su plenitud hasta ese momento.
Escrito con un cuidado lenguaje, mimo y un muy buen saber hacer, sin lugar a dudas esta obra es una genialidad de «Clarín» que es digna de ser leída por todas aquellas personas que busquen una buena lectura.