En un jardín vivían juntos un rosal y un caracol, a veces tenían sus pláticas; el rosal siempre lucía sus hermosas rosas, mientras que el caracol no salía de su caparazón, su excusa era: que tuvieran paciencia, que algún día llegaría su momento, además era presumido y despectivo, y decía que él haría más que dar rosas o leche como las ovejas y las vacas. El rosal era sencillo, animaba al caracol diciéndole que todos esperaban lo mejor de él; así pasó un año, el rosal seguía dando flores y el caracol nada que mostrara sus talentos, porque según él todo seguía igual; aparte le reprochó al rosal que no se había preocupado por desarrollar su mundo interior, que pronto se convertiría en un palo seco porque le llegaría la muerte, y qué además había desperdiciado su vida en exhibirse al público. El rosal seguía pensando que el caracol era muy inteligente y que un día asombraría al mundo. El caracol enfurecido decía que no le interesaba el público y que, definitivamente se quedaría en su mundo interior, el rosal en cambio meditó en los lindos recuerdos y la felicidad que sintió cada vez que alguien tomaba una rosa y le era útil al hombre.
Un cuento que nos deja muchas enseñanzas y la más notoria es: reflexionar en qué tipo de persona queremos ser...