En el lugar donde fue visto por última vez el Sr. Neville se encontraban: Lascar, el guardián de un antro y dueño de las habitaciones; y Hugh Boone un mendigo de la ciudad que vivía en una de ellas. La policía los interroga y solo es sospechoso el mendigo a quien le encontraron manchas de sangre en su ropa.
El detective Sherlock Holmes lleva días buscando pistas, a quien se le une Watson, y juntos van a casa de la señora St. Clair, ella cree que su esposo está vivo. Holmes pasa toda la noche uniendo las pistas y, al día siguiente visitaron al mendigo en la cárcel. Le limpian la cara y resultó ser el Sr. Neville, quien al verse descubierto contó que era un hombre trabajador y preparado, pero encontró más ganancias haciendo el papel de mendigo, sabía cómo disfrazarse, pues hasta simuló una cicatriz que le hacía ver el labio superior torcido. Así se hizo rico; de día mendigaba y de noche era el respetable Sr. Neville; el único que conocía su secreto era Lascar quien recibía bastante dinero por callar la mentira. La desesperación que su esposa vio fue porque se sintió descubierto, las manchas de sangre eran de un corte en el dedo.
Es un relato que crea en el lector: intriga, imaginación y atrapa de principio a fin.