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Reseña literaria:
Este poemario de Aureliano Cañadas Fernández es una especie de testamento vital escrito en silvas maravillosas, con poemas que se encadenan formando una estructura única y esplendorosa. El poeta, nacido en 1936, comienza diciendo que, como los esquimales con la nieve, también su ancianidad tiene muchos y distintos nombres para su soledad. Todo aquello que conoció y acompañó su existencia se evapora debido a la muerte, el Alzheimer, la partida de los hijos o la propia edad.
El poeta nos dice que coloca una piedra en una esquina de su jardín cada vez que un amigo desaparece. Después, en un ejercicio poético, bellísimo, convierte esos guijarros en piedras semipreciosas mientras reflexiona en lo que dejará: «no tengo alma de faraón», afirma porque solo hay «una vida» y no regresará.
Poemario tan sencillo de leer como difícil de escribir, esta obra fue galardonada con el primer premio en el «IX Certamen de Poesía Poeta Juan Calderón Matador», que es además autor de las magníficas ilustraciones del libro.
Lo he leído dos veces, era imprescindible. Y mi ego de poeta, derrotado por este poemario, no ha sufrido una derrota justa, «au contraire», me incentiva a mejorar, a seguir escribiendo hasta el último aliento, igual que Aureliano.
Pura poesía.
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